martes, 1 de febrero de 2011

Los efectos de la sordera personal y organizacional

El ser humano dispone de una boca para hablar y dos orejas – el doble – no para oír, sino para escuchar. Estadisticamente por estudios se ratifica que de las siguientes funciones que realizamos a diario, leer, escribir, hablar y oír, el 80% de las veces la dedicamos a esta última. Centrándonos en lo que oímos, el 50% se pierde; y del otro 50% comprendemos la mitad un 25%. Es una lástima y es uno de los problemas que nos acechan y se acentúan tanto en el entorno personal como dentro de las empresas.

Hay una sordera generalizada, que impide nuestro facultamiento, se produce una pérdida de comunicación, y nuestro yo personal se resiente, la parte emocional, mientras que nuestro ego se enaltece coge el timón, y hace a su antojo.

La falta de esa escucha activa, hace que se pierda o se falte al respeto, hace que se pierdan o se enfríen relaciones, disminuye la capacidad de conocimiento, se dificultad la generación de ideas, destruye lealtades o fidelidades.

Por ello, dichos efectos torpedean la cultura si es que hubiere de su existencia, desvirtúa la empatía, degenera la sinergia, produce ceguera y sordera organizativa así como en el terreno personal minimiza nuestra valía, asunción de conocimiento y desarrollo profesional.

¿Lo han visto? ¿Lo han experimentado? ¿Cuál es su estado de ánimo? ¿Y sus consecuencias? ¿Afecta realmente o es fruto de mi imaginación? Se produce una serie de problemas agudos que de no tomar cartas en el asunto se tornarán a crónicos e insalvables.

Cambiemos el rumbo. David Schwartz señala que “la gente grande monopoliza  el proceso auditivo. La pequeña el habla”. Por otra parte si miramos a la historia todos los grandes aprendices son grandes oyentes, así como cuando a nivel personal o de organización hacemos oídos sordos las consecuencias son mentes cerradas de su individuos y pérdida de principios y valores en la empresa.

Por tanto, empecemos a tomar conciencia – experimentemos – y dejemos de hablar y prestemos más atención a nuestro entorno auditivo con la escucha sincera, para comprender primero antes de ser comprendidos. Concentrémonos en mirar al que habla, prestemos atención; por favor no interrumpamos, dejemos que la otra persona termine de expresar sus pensamientos, ideas, emociones y sus puntos de vista. Escuche lo que dicen y lo que no dicen. Escuche las cosas que les atemoriza o los hiere. Por favor, deje de enjuiciar a la persona que tienen enfrente (solamente de juzgar hágalo consigo mismo) y hable con franquezas para evitar malentendidos.

En el plano de la organización, que es un colectivo de personas, el éxito de los negocio estriba en el trabajo de dichas personas, su comunicación y sus relaciones. Si existe una falta de entendimiento, no se logrará nada y la empresa en el fondo desaparecerá. Por tanto, no hay nada que le genera más beneficios a una empresa que el invertir en entender a las personas. Las personas tenemos unos deseos, de ser escuchados, de ser respetados y ser comprendidos.

Dejemos de lado la palabra yo y tomemos el enfoque en el nosotros; seamos agradecidos y perdonemos. Y preguntémonos sin miedos a la persona que tengamos en frente, de forma sincera ¿Cuál es tu opinión?

No hace falta por tanto que vayamos al otorrino para que nos quite y nos desaloje los tapones de nuestros oídos, solamente tomemos la sana costumbre de escuchar, desarrollemos nuestras destrezas auditivas y bajo mi punto de vista y modestia, todo nos irá mucho mejor. Probemos.

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6 comentarios:

  1. Hola Luis Ignacio,

    Conozco al colectivo de sordos desde hace algún tiempo, he de decir que más de fuera que de dentro y por tanto, no tanto como me gustaría... Después de intentar aprender el lenguaje de sordos, haciendo cursos, y de lo mucho que me enseñaron, una de mis conclusiones es que son los mejores oyentes, porque se comunican de todas las formas posibles, de forma muy emocional...según estudios, los niños sordos pueden aprender a leer en ¨voz alta¨ y comprender lo leído, utilizando el lenguaje de señas, la mímica y la pantomima.

    Quizás hemos de aprender un poco tod@s los parlantes de ellos.

    Un fuerte abrazo,

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  2. Gracias por tus palabras Marga. Y no te quepa duda que deberíamos aprender ya que ese colectivo como otros, sus limitaciones, pueden ser fuente de inspiración y fortaleza.

    Un abrazo

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  3. Es cada uno el que decide escuchar o no. Y a quien decide escuchar o no.
    Cuando escuchas a alguien, has decidido dejarte influenciar (poco, mucho o nada) por esa persona. Has decidido que existen zonas de tu mapa de la realidad que, como no las construiste a base de realidades objetivas, es posible que tengan que ser modificadas con la nueva información que te están aportando.
    Cuando no escuchas a alguien, decides lo contrario. O decides no dejarte influenciar y/o decides que la persona que habla no puede proporcionarme nueva información.
    Lo que hay que preguntarse es porque decides escuchar a alguien.

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  4. Marga lleva mucha razón.
    Hace unos años, teníamos una conversación con un señor sordo. Al cabo de un buen rato, uno de los asistentes el comentó a este señor, su sorpresa por lo bien que había compartido y participado en la charla.
    A lo que la persona sordo dijo: "¿Por qué se sorprende? Yo no oigo, pero sé escuchar!"

    Contratemos sordos y aprendamos a escuchar.
    Contratemos mujeres y aprendamos a percibir mejor.

    (Mi hija Marina es sorda, cuando regreso los domingos de jugar al fútbol, me mira y adivina el resultado, siempre!)

    Tenemos mucho que aprender de TODOS.

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  5. Totalmente de acuerdo, a veces un "exceso de egocentrismo" nos impide escuchar a los demás.

    "En realidad no era sordo, sólo tenía el volumen de sí mismo demasiado alto".

    Frank Ripplet, "Relatos de mi infancia", editorial Puskets.

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  6. Mi madre se ha ido quedando sorda con los años. Yo siempre he tenido la teoría de que en su sordera había algo psicológico. Efectivamente, además de su sordera física, tiene una minusvalía: escucha un porcentaje muy bajo de lo que oye. Recientemente se ha hecho un audífono y a pesar de que oye muy bien, escucha sólo a veces. Y lo más evidente: aunque el audífono funciona perfectamente y no le molesta, no quiere ponérselo.

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