
Cuando a uno le extraen fluidos, le fotografían con inspiración profunda, le visualizan con el movimiento acompasado y ayudado de un gel y, se le plantean incógnitas sobre su estado, el fluir de sus pensamientos desaparece y le entra el verdadero y único conocimiento de su existencia. Le aparece como un paradigma en lo más escondido de su conciencia, aquello que debería marcarle como guía y que debería grabarse a fuego para que el transcurrir anodino no le procurará que entrara en el olvido.
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